lunes, 23 de enero de 2017

Carta a X

Querido X:

Te escribo esta carta con la total seguridad de que acabará llenando una entrada de mi blog.
Ya sabes que este mundo en el que vivimos actualmente  trata un poco de entrar en ese asqueroso juego, donde las redes sociales son un escaparate de nuestras miserias y nuestras carencias, aunque intentemos demostrar lo contrario compartiendo carteles con frases de filosofía moderna, fotos con sonrisas profiden y filtros que hacen que parezcamos todos guapos y felices. O peor aún, dónde todos los días se “libran” batallas y se “lucha” por causas y derechos que deberíamos estar defendiendo en la calle, con nuestra presencia, nuestra voz, nuestras ganas, nuestra persona y no desde casa, compartiendo carteles y textos que han escritos otros de una forma muy cómoda y automática a un click de ratón.  La vida real ya no vende, ni le interesa a nadie. Vivimos en una simulación de esta, donde los personajes del juego somos nosotros mismos, con la desventaja de que no hay trucos para hacer el juego más ameno o entretenido.
Yo que quieres que te diga X, pero estoy un poco asqueada. Este 2016 me ha dejado con mal sabor de boca. Me ha mostrado un poco la verdadera cara de las personas, y en lo que nos convertimos con el tiempo. El positivismo me parece cada vez más un fraude, el opio de pueblo moderno, ahora la gente no va a misa ni a confesarse los domingos, pero en cambio gastamos el dinero en libros de autoayuda y en comprar merchandising de Mr. Wonderful, y total ¿para qué? Hoy en día hay más consultas de psicólogos que de dentistas, y eso que todo lleva cantidades aberrantes de azúcar, así que algo estamos haciendo mal, o es que Jorge Bucay no tiene tanta respuestas como él se piensa para llenar tantos libros.
¡Ay X..! Vas a pensar que soy una quejica, una pesimista o una amargada que sólo ve el lado malo de las cosas, y el vaso medio vacío y bla bla bla... pero no te creas, el 2016 también me ha enseñado una cara que desconocía, pero en este caso se trata de mí misma, y que me ayuda a ver la vida de otra manera sin necesidad de ningún filtro. Y es que no quiero esperar a que me entre un cáncer para aprender a valorar lo bueno. No quiero verme contando el tiempo que me queda para vivir con coraje, (porque en este planeta donde el suelo está por la nubes y el cielo no cuesta tanto dinero hay que vivir con coraje) ni quiero tener que perder a nadie para darle realmente el lugar que se merece en mi vida. Tampoco quiero preocuparme ni emplear mi tiempo en energía en gente que no está dispuesta a hacer lo mismo conmigo, y eso reduce drásticamente la lista de personas que puedo considerar importantes,  pero como decía una amiga mía “hay que cerrar puertas” y yo añado que hay cerrar puertas que no te conducen a ningún lugar, pero también hay que seguir abriendolas, porque lo puedes encontrar al lado puede que te sorprenda. Ese lección, la verdad, es que tengo que aplicarmela en 2017, porque de momento, es asignatura pendiente.

Etruska 17.